viernes, 3 de enero de 2014

Noche de amor: Todos acá por favor, mamá e hijo con antifaz


Llegan las navidades y el aire se enrarece. La mayoría de gente se pone más inquieta, más ansiosa, más susceptible. 
Al cansancio que deja el año transcurrido, se le suma  el, no siempre, favorable balance de lo acontecido (para quien se anima a los balances). 
Hay personas que aprovechan la etapa para hacer listas de lo que los ha dejado satisfechos y listas con objetivos a conseguir en el futuro año. 
Esta gente es muy valiente, no siempre se ha logrado un eficaz desempeño como para hacer un mea culpa. Mirarse en el espejo es para fuertes guerreros.
Claro que estarán los que prefieren no plantearse nada y seguir los dictados del ceremonial: reunión obligada con la familia o con el círculo social con quienes tiene su compromiso. 
Si no hacen olas durante el año, ¿cómo se te ocurre  que van a patear el tablero justo a fin de año?  
Cenas y almuerzos sentaditos a la mesa, codo con codo, con personas que conocen de toda la vida y que a la vez son perfectos desconocidos.  Codo con codo con gente que, si se permitieran elegir, no incluirían ya en su vida. Pero  -sólo es un rato, pasa rápido – piensan, mientras tragan el pan dulce. 
¿Cuántas concesiones hace la gente con tal de no remover el avispero? 
La vida no siempre es sencilla y decir sinceramente lo que sentimos, suele resultar incómodo para algunos, sobre todo para uno mismo. Entonces, hay quienes prefieren la tolerancia, la aceptación de los mandatos. 
Su comportamiento será el esperado por quienes lo rodean y, en el fondo, aprobado silenciosamente con un diez felicitado. Hay muchos seres humanos que en la aprobación de los otros se les va la vida, literalmente.
Está claro que uno es quien es, casi, siempre.  Me arriesgaría a decir que durante las benditas celebraciones, uno se agazapa más fuertemente en ese que siempre fue, para bien o para mal.
Para unos y para otros mi deseo Stille nacht, hellige nacht!!!


Autor: Gloria Llopiz

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